No es
fácil precisar la antigüedad de los Desenclavos gallegos ya que
de la mayoría de los que perviven en la actualidad o han
pervivido hasta tiempos recientes, sólo tenemos noticias desde
el siglo XIX. Sin embargo, algunos indicios apuntan a un origen
muy anterior. La existencia de Cristos articulados desde el
siglo XIV, las noticias del siglo XVI sobre representaciones de
la Pasión en Galicia, alguna documentación del siglo XVII y
ciertos testimonios artísticos del XVI autorizan a pensarlo así.
La fecha de los Cristos de Fisterra y
Ourense, por ejemplo, datados a mediados del siglo XIV con
sólidos datos documentales y estilísticos, es incontrovertible y
lleva a pensar que el Descendimiento del Auto de Fisterra
y el de Ourense tengan su origen en dicha centuria, lo que
concuerda con las fechas de otros Cristos articulados y
ceremonias del Desenclavo como la de Tui.
Por otra parte, es un hecho constatado en
toda Europa que fueron los mendicantes, en primer lugar los
franciscanos, pronto imitados por los dominicos, los que
difundieron las representaciones paralitúrgicas de la Pasión y
especialmente los Desenclavos con figuras articuladas, como
medio para excitar la piedad de los fieles. En el caso gallego,
la mayoría de los ejemplos antiguos están relacionados con las
órdenes mendicantes: el Desenclavo de Tui (ca. 1350) y el de
Betanzos (ca. 1550) con los dominicos, y el de Vilabade (Lugo,
ca. 1475) o el de A Coruña (ca. 1550) con los franciscanos.
Similar relación existe en otros muchos
Desenclavos posteriores o de fecha inicial no documentada como
los de Viveiro, Santiago, Ribadavia, Ortigueira (dominicos) o
los de Lugo, Noia, Porto do Son, Cambados y Melide
(franciscanos) y en algunas localidades sabemos que se alternaba
la representación entre los diferentes conventos mendicantes (en
Pontevedra y Ourense, por ejemplo). La ceremonia, tal y como se
hacía en la Edad Media, puede considerarse como una expresión de
la mística franciscana y su énfasis en la meditación sobre la
Pasión (San Buenaventura, Meditaciones sobre la Pasión de
Jesucristo), a la cual en los siglos XVI y XVII se le añade
la jesuítica de los Ejercicios Espirituales ignacianos, y
en los XIX-XX la de los Padres Pasionistas, que en Galicia
realizaron numerosas Misiones en las parroquias rurales,
haciendo en ellas, entre otras funciones, las del
Descendimiento.
En la mayoría de los casos la
documentación es escasa y tardía por lo que hay que recurrir
para datarlos a la fecha de las imágenes articuladas que se
utilizan. Hemos visto que hay casos de los siglos XIV, XV y XVI,
aunque la mayoría son barrocas o posteriores. Sin embargo, es
más que probable que muchas de ellas sustituyan a imágenes
anteriores, deterioradas por el uso o preservadas por su
antigüedad y su valor artístico-religioso como en los casos de
Fisterra, Ourense y Tui.
En Galicia, en varios lugares se han
conservado las dos imágenes: la antigua generalmente convertida
en yacente que se expone en el templo en una urna y en ocasiones
se saca en las procesiones del Santo Entierro, y la nueva que se
utiliza en el Desenclavo. Hay también algunos casos en los que
la imagen nueva se hizo a semejanza de la antigua, lo cual
proporciona indicios de la cronología de la imagen primitiva.
Por ejemplo en Ares (A Coruña), la ceremonia se hacía con una
imagen articulada que se encontraba en la ermita de San Andrés,
la cual, muy deteriorada, se sustituyó en 1716 por la actual,
encargada al escultor de Cabanas Juan Manuel Fernández Soto, el
cual se comprometió a hacerla del mismo tamaño y calidad que
la anterior por 75 reales. Lo curioso es que el Cristo de
Fernández Soto, como los medievales de Fisterra y Ourense (ca.
1320-1330), tiene móviles cuello, pelvis y rodillas además de
los hombros, algo insólito en los Cristos articulados del XVIII,
lo que lleva a pensar que copia las articulaciones del Cristo
anterior de la ermita de San Andrés, el cual sería también del
siglo XIV.
Muchos autores sostienen que es a partir
del Concilio de Trento (1545-1563) cuando se difunde la
costumbre de representar este Acto del Desenclavo como
ceremonia independiente de la liturgia, del mismo modo que las
quemas de Judas o las procesiones del Encuentro. Todo ello con
intención catequizadora y para estimular la piedad de los fieles
presentándoles de manera accesible los misterios de la Pasión de
Cristo. Es cierto que la mayoría de los datos conservados son
posteriores al Concilio, pero es evidente que la ceremonia es
bastante anterior aunque Trento haya podido contribuir a
extenderla y consolidarla llevándola de unas formas medievales,
paralitúrgicas y en latín, a una formulación más teatral, con
estrados, cortinas y sermón en lengua vernácula, de manera que
ahora podemos denominar a la ceremonia Función del Desenclavo.
Pueden servir también como prueba de la
existencia de ceremonias del Desenclavo en tierras gallegas
durante el siglo XVI un grupo de relieves con la escena de la
Depositio de Cristo que se encuentran en los atrios de varias
iglesias gallegas (S. Pedro de Bordóns (Sanxenxo), San Salvador
de Meis, Arcos de Furcos (Cuntis), Sta. Mª de Fragas (Campo
Lameiro), Barrantes (Ribadumia)..., algunos en localidades en
las que todavía se representa la Pasión o se representaba hasta
hace pocas décadas (Meis). La presencia en la práctica totalidad de
estas piezas de la cruz y la escalera, y en varias de los
instrumentos del desenclavo (martillo y tenazas), así como la
rigidez de los Cristos que parecen claramente figuras
articuladas, invita a pensar que sus autores pudieron haber
contemplado ceremonias dramatizadas del Desenclavo y el Entierro
que serían cosa frecuente ya en el siglo XVI, centuria a la que
pertenecen los relieves.
Por otra parte, la ubicación de estas
piezas en los atrios de las iglesias, en ocasiones tras un banco
de piedra o pousadoiro, formando claramente un escenario
(Arcos de Furcos, Cotobade...), parece indicar que se utilizaron
en representaciones de la Pasión o al menos en el curso de
procesiones del Entierro el Viernes Santo. Hay que tener en
cuenta, sin embargo, que en la mayoría de los casos se trata de
piezas reutilizadas procedentes de antiguos baldaquinos y que su
colocación en los atrios debió de realizarse como muy pronto en
el siglo XVIII [1].
Testimonio de la larga pervivencia de
estas prácticas dramáticas lo tenemos de nuevo en el arte en
algunos cruceiros con desencravo del siglo XIX (Hio,
Eiroa, Berrimes, Suevos, Rabuñade, etc.) en los que, como ya apuntó Castelao, el carácter de inmediatez, de cosa vista, que tienen
sus escenas –sin duda más evidente cuando lucían su policromía
original-, es síntoma de que sus autores conocían estas
ceremonias dramáticas que debieron de ser muy frecuentes en los
atrios de las iglesias gallegas [2]. Castelao no concreta más
pero el análisis de las piezas muestra en efecto rasgos
iconográficos que parecen directamente inspirados en las
ceremonias del Desenclavo [3]. En el de Hío, por ejemplo, los
ángeles sostienen al pie de la cruz la cartela del INRI y la
corona de espinas, los primeros elementos que se retiraban a los
Cristos en los Desenclavos gallegos, y los brazos del
crucificado han sido desclavados pero no los pies ya que éste
era el último clavo que se sacaba en las representaciones.
En Hío, Cristo cuelga de un sudario que
pasa bajo sus axilas a modo de soga que hace polea en los brazos
de la cruz y permite bajar el cuerpo lentamente, justo el
procedimiento utilizado en las Pasiones y Desenclavos, tanto
gallegos como de otros lugares, para hacer descender la figura
de madera articulada. Todos estos rasgos aparecen reunidos,
entre otros muchos casos, en las ceremonias del Desenclavo de
Augasantas y San Martín de Berducido (Cotobade), ceremonias que
pervivieron hasta el siglo XX y que el autor del cruceiro de Hío,
sea José o Ignacio Cerviño, ambos naturales de Cotobade, debió sin duda de
conocer[4].
Del mismo modo, la existencia de Calvarios
con tres cruces como los de Bueu (Pontevedra), Castro Barbudo
(Ponte Caldelas, Pontevedra) y Beade (Ourense), este último
dispuesto teatralmente sobre un podio como fondo de un escenario
arquitectónico barroco cuidadosamente pensado para servir de
marco a los ritos dramáticos de la Semana Santa, invitan a
pensar que las Pasiones y Desenclavos debieron de estar
ampliamente extendidos por Galicia en los siglos XVIII-XIX [5].
[1] Sobre estas piezas y los
baldaquinos de los que proceden véase el trabajo clásico de
FILGUEIRA VALVERDE & RAMÓN y FERNÁNDEZ-OXEA (1987). Su posible
relación con los cruceiros de Desenclavo ha sido señalada por
CASTRO CASTAÑO & FERNÁNDEZ de la CIGOÑA NÚÑEZ (2001), p. 59 -con
el error de considerar las piezas como románicas- y de nuevo por
FERNÁNDEZ de la CIGOÑA NÚÑEZ (2001), pp. 78 ss., en este caso
con una cronología correcta. Hay algunos precedentes para estas
escenas del Entierro de Cristo en piezas populares de la segunda mitad del
siglo XV o principios del XVI como un relieve del Museo Arqueológico de A
Coruña, probablemente procedente de un sepulcro del convento de
Santo Domingo.
[2] CASTELAO (1984)[1950], p. 173. En Galicia se conservan ocho
cruceiros del siglo XIX en los que se representa completa la
escena del Desenclavo: el más antiguo es probablemente el de Sta.
Mª do Covelo (O Covelo, Pontevedra, 1829), seguido de los de
Suevos (Mazaricos, 1861, atribuido por unos al
Santeiro de
Chave y por otros al de Marracín), el de Hío (Cangas), obra
de José o Ignacio Cerviño (1872), el mutilado de Marracín de Abaixo
(obra del Santeiro de Marracín), el de Eiroa (Sta.
Cristina de Barro, Noia, 1879, destrozado por un coche el
13/07/2001, obra del Santeiro de Chave), el de Rabuñade
(Ribadumia, 1879), el de Vilariño (Rois)
de 1888, también del Vello Santeiro de Chave (Manuel Cés),
y el de Quintáns de Berrimes (Lousame, 1889, obra de nuevo del
Santeiro de Chave). Hay también algunos Descendimientos
incompletos como el de Urdilde y varios sin cruceiro, la mayoría
obras de Jose Cerviño (Cachadas, Cotobade, Moscoso, Antas,
Mondariz....) con una cronología de finales del XIX o comienzos
del XX, aunque hay algún caso de este tipo con una cronología
temprana como el de Santa Eulalia de Ponte Caldelas (1833), obra
de autor desconocido. Ya en el siglo XX, los cruceros con el
Descendimiento se multiplican de la mano de artistas como Eladio
Martínez Arosa, Alfonso Vilar Lamelas o Vidal Payo Fernández
(más de 20 casos posteriores a 1900 cataloga FERNÁNDEZ de la
CIGOÑA (2001).
[3] Hay
quien ha relacionado la iconografía de los cruceiros del
Desenclavo gallegos con los pasos procesionales castellanos, en
concreto con el Descendimiento de Gregorio Fernández (cf.
CASTRO, Luis de, “Los Cruceiros y el Descendimiento de
Gregorio Fernández”, en: Diario de Zamora de Falange Española
de las J.O.N.S., año XVIII, nº 5283 (11/06/1953), p. 6),
pero las similitudes también se explican por la
inspiración de ambos en las ceremonias del Desenclavo que se
hacían los Viernes Santos en las iglesias.
[4] Para las ceremonias de Augasantas (pervivió hasta 1930) y
Verducido (pervivió hasta 1970) y su relación con los
cruceiros, véase FERNÁNDEZ de la CIGOÑA (2001), pp. 111 ss.
En cuanto al crucero de Hío, se le ha venido atribuyendo desde
Castelao a José Cerviño/Calviño (Pepe da Pena), pero
Eugenio Eiroa Hermo planteó hace tiempo que su autor fue en realidad Ignacio Cerviño
Quintas, documentado en Hío en la época de la ejecución del
crucero pero no fehacientemente como autor de la obra. No puedo
entrar aquí en la polémica sobre la autoría del cruceiro do Hío,
ya que el cisma historiográfico entre penistas e
ignacistas no puede resolverse sin la aparición de un
documento concluyente que confirme irrefutablemente su autor. En cualquier caso, los dos eran naturales de Cotobade de
modo que la inspiración en las ceremonias del Desenclavo de la
zona es posible en ambos casos.
[5] El Calvario de Bueu (ca. 1700?) fue desmembrado pasando las
cruces laterales a la Colección Massó de Cangas, pero recientemente ha sido
reconstruido en el atrio de la iglesia de San Martín. El de Beade
permanece en su emplazamiento original sirviendo de estación XIV
en un viacrucis. El de Castro Barbudo, obra de Manuel González
Perdiz (1883), se sitúa también en el atrio de la iglesia
parroquial sobre un pequeño basamento y teniendo delante una
mesa de altar en una disposición que parece pensada para
depositar los féretros en los entierros, tanto en los reales
como en el simbólico del Cristo el Viernes Santo (el altar
pousadoiro aparece
también en Bastabales y otros lugares). Hay también casos de
diversas épocas con tres cruces pero sin figuración, o figurada
solo la central, como los de Bieite (Leiro, PO), O Facho (A
Guarda, PO), Baamonde (LU), Insua (CO), Cespón (Boiro, CO),
Bastabales (Brión, CO), Quins (Melón, OU), Sorribas (Rois, CO),
o el mutilado de Mourentán (Arbo, PO). Especialmente
interesantes son los de Quins y Sorribas, ambos formando parte
de viacrucis y el primero en un espacio acotado que parece
claramente diseñado para convertirse en el monte del Calvario en
las representaciones de la Semana Santa.