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Cristo articulado de Ourense (1330 ca.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cruceiro do Cirolán (Suevos, Mazaricos, CO). 1861

 

 

 

 

 

 

 

Cruceiro de Berrimes (Lousame, CO). 1889

 

 

Cronología de los Desenclavos gallegos

 

 

No es fácil precisar la antigüedad de los Desenclavos gallegos ya que de la mayoría de los que perviven en la actualidad o han pervivido hasta tiempos recientes, sólo tenemos noticias desde el siglo XIX. Sin embargo, algunos indicios apuntan a un origen muy anterior. La existencia de Cristos articulados desde el siglo XIV, las noticias del siglo XVI sobre representaciones de la Pasión en Galicia, alguna documentación del siglo XVII y ciertos testimonios artísticos del XVI autorizan a pensarlo así.


La fecha de los Cristos de Fisterra y Ourense, por ejemplo, datados a mediados del siglo XIV con sólidos datos documentales y estilísticos, es incontrovertible y lleva a  pensar que el Descendimiento del Auto de Fisterra  y el de Ourense tengan su origen en dicha centuria, lo que concuerda con las fechas de otros Cristos articulados y ceremonias del Desenclavo como la de Tui.


Por otra parte, es un hecho constatado en toda Europa que fueron los mendicantes, en primer lugar los franciscanos, pronto imitados por los dominicos, los que difundieron las representaciones paralitúrgicas de la Pasión y especialmente los Desenclavos con figuras articuladas, como medio para excitar la piedad de los fieles. En el caso gallego, la mayoría de los ejemplos antiguos están relacionados con las órdenes mendicantes: el Desenclavo de Tui (ca. 1350) y el de Betanzos (ca. 1550) con los dominicos, y el de Vilabade (Lugo, ca. 1475) o el de A Coruña (ca. 1550) con los franciscanos.

Similar relación existe en otros muchos Desenclavos posteriores o de fecha inicial no documentada como los de Viveiro, Santiago, Ribadavia, Ortigueira (dominicos) o los de Lugo, Noia, Porto do Son, Cambados y Melide (franciscanos) y en algunas localidades sabemos que se alternaba la representación entre los diferentes conventos mendicantes (en Pontevedra y Ourense, por ejemplo). La ceremonia, tal y como se hacía en la Edad Media, puede considerarse como una expresión de la mística franciscana y su énfasis en la meditación sobre la Pasión (San Buenaventura, Meditaciones sobre la Pasión de Jesucristo), a la cual en los siglos XVI y XVII se le añade la jesuítica de los Ejercicios Espirituales ignacianos, y en los XIX-XX la de los Padres Pasionistas, que en Galicia realizaron numerosas Misiones en las parroquias rurales, haciendo en ellas, entre otras funciones, las del Descendimiento.


 En la mayoría de los casos la documentación es escasa y tardía por lo que hay que recurrir para datarlos a la fecha de las imágenes articuladas que se utilizan. Hemos visto que hay casos de los siglos XIV, XV y XVI, aunque la mayoría son barrocas o posteriores. Sin embargo, es más que probable que muchas de ellas sustituyan a imágenes anteriores, deterioradas por el uso o preservadas por su antigüedad y su valor artístico-religioso como en los casos de Fisterra, Ourense y Tui.


En Galicia, en varios lugares se han conservado las dos imágenes: la antigua generalmente convertida en yacente que se expone en el templo en una urna y en ocasiones se saca en las procesiones del Santo Entierro, y la nueva que se utiliza en el Desenclavo. Hay también algunos casos en los que la imagen nueva se hizo a semejanza de la antigua, lo cual proporciona indicios de la cronología de la imagen primitiva. Por ejemplo en Ares (A Coruña), la ceremonia se hacía con una imagen articulada que se encontraba en la ermita de San Andrés, la cual, muy deteriorada, se sustituyó en 1716 por la actual, encargada al escultor de Cabanas Juan Manuel Fernández Soto, el cual se comprometió a hacerla del mismo tamaño y calidad que la anterior por 75 reales. Lo curioso es que el Cristo de Fernández Soto, como los medievales de Fisterra y Ourense (ca. 1320-1330), tiene móviles cuello, pelvis y rodillas además de los hombros, algo insólito en los Cristos articulados del XVIII, lo que lleva a pensar que copia las articulaciones del Cristo anterior de la ermita de San Andrés, el cual sería también del siglo XIV.


Muchos autores sostienen que es a partir del Concilio de Trento (1545-1563) cuando se difunde la costumbre de representar este Acto del Desenclavo como ceremonia independiente de la liturgia, del mismo modo que las quemas de Judas o las procesiones del Encuentro. Todo ello con intención catequizadora y para estimular la piedad de los fieles presentándoles de manera accesible los misterios de la Pasión de Cristo. Es cierto que la mayoría de los datos conservados son posteriores al Concilio, pero es evidente que la ceremonia es bastante anterior aunque Trento haya podido contribuir a extenderla y consolidarla llevándola de unas formas medievales, paralitúrgicas y en latín, a una formulación más teatral, con estrados, cortinas y sermón en lengua vernácula, de manera que ahora podemos denominar a la ceremonia Función del Desenclavo.


Pueden servir también como prueba de la existencia de ceremonias del Desenclavo en tierras gallegas durante el siglo XVI un grupo de relieves con la escena de la Depositio de Cristo que se encuentran en los atrios de varias iglesias gallegas (S. Pedro de Bordóns (Sanxenxo), San Salvador de Meis, Arcos de Furcos (Cuntis), Sta. Mª de Fragas (Campo Lameiro), Barrantes (Ribadumia)..., algunos en localidades en las que todavía se representa la Pasión o se representaba hasta hace pocas décadas (Meis). La presencia en la práctica totalidad de estas piezas de la cruz y la escalera, y en varias de los instrumentos del desenclavo (martillo y tenazas), así como la rigidez de los Cristos que parecen claramente figuras articuladas, invita a pensar que sus autores pudieron haber contemplado ceremonias dramatizadas del Desenclavo y el Entierro que serían cosa frecuente ya en el siglo XVI, centuria a la que pertenecen los relieves.


Por otra parte, la ubicación de estas piezas en los atrios de las iglesias, en ocasiones tras un banco de piedra o pousadoiro, formando claramente un escenario (Arcos de Furcos, Cotobade...), parece indicar que se utilizaron en representaciones de la Pasión o al menos en el curso de procesiones del Entierro el Viernes Santo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que en la mayoría de los casos se trata de piezas reutilizadas procedentes de antiguos baldaquinos y que su colocación en los atrios debió de realizarse como muy pronto en el siglo XVIII [1].


Testimonio de la larga pervivencia de estas prácticas dramáticas lo tenemos de nuevo en el arte en algunos cruceiros con desencravo del siglo XIX (Hio, Eiroa, Berrimes, Suevos, Rabuñade, etc.) en los que, como ya apuntó Castelao, el carácter de inmediatez, de cosa vista, que tienen sus escenas –sin duda más evidente cuando lucían su policromía original-, es síntoma de que sus autores conocían estas ceremonias dramáticas que debieron de ser muy frecuentes en los atrios de las iglesias gallegas [2]. Castelao no concreta más pero el análisis de las piezas muestra en efecto rasgos iconográficos que parecen directamente inspirados en las ceremonias del Desenclavo [3]. En el de Hío, por ejemplo, los ángeles sostienen al pie de la cruz la cartela del INRI y la corona de espinas, los primeros elementos que se retiraban a los Cristos en los Desenclavos gallegos, y los brazos del crucificado han sido desclavados pero no los pies ya que éste era el último clavo que se sacaba en las representaciones.


En Hío, Cristo cuelga de un sudario que pasa bajo sus axilas a modo de soga que hace polea en los brazos de la cruz y permite bajar el cuerpo lentamente, justo el procedimiento utilizado en las Pasiones y Desenclavos, tanto gallegos como de otros lugares, para hacer descender la figura de madera articulada. Todos estos rasgos aparecen reunidos, entre otros muchos casos, en las ceremonias del Desenclavo de Augasantas y San Martín de Berducido (Cotobade), ceremonias que pervivieron hasta el siglo XX y que el autor del cruceiro de Hío, sea José o Ignacio Cerviño, ambos naturales de Cotobade, debió sin duda de conocer[4].


Del mismo modo, la existencia de Calvarios con tres cruces como los de Bueu (Pontevedra), Castro Barbudo (Ponte Caldelas, Pontevedra) y Beade (Ourense), este último dispuesto teatralmente sobre un podio como fondo de un escenario arquitectónico barroco cuidadosamente pensado para servir de marco a los ritos dramáticos de la Semana Santa, invitan a pensar que las Pasiones y Desenclavos debieron de estar ampliamente extendidos por Galicia en los siglos XVIII-XIX [5].

 



[1] Sobre estas piezas y los baldaquinos de los que proceden véase el trabajo clásico de FILGUEIRA VALVERDE & RAMÓN y FERNÁNDEZ-OXEA (1987). Su posible relación con los cruceiros de Desenclavo ha sido señalada por CASTRO CASTAÑO & FERNÁNDEZ de la CIGOÑA NÚÑEZ (2001), p. 59 -con el error de considerar las piezas como románicas- y de nuevo por FERNÁNDEZ de la CIGOÑA NÚÑEZ (2001), pp. 78 ss., en este caso con una cronología correcta. Hay algunos precedentes para estas escenas del Entierro de Cristo en piezas populares de la segunda mitad del siglo XV o principios del XVI como un relieve del Museo Arqueológico de A Coruña, probablemente procedente de un sepulcro del convento de Santo Domingo.


[2] CASTELAO (1984)[1950], p. 173. En Galicia se conservan ocho cruceiros del siglo XIX en los que se representa completa la escena del Desenclavo: el más antiguo es probablemente el de Sta. Mª do Covelo (O Covelo, Pontevedra, 1829), seguido de los de Suevos (Mazaricos, 1861, atribuido por unos al Santeiro de Chave y por otros al de Marracín), el de Hío (Cangas), obra de José o Ignacio Cerviño (1872), el mutilado de Marracín de Abaixo (obra del Santeiro de Marracín), el de Eiroa (Sta. Cristina de Barro, Noia, 1879, destrozado por un coche el 13/07/2001, obra del Santeiro de Chave), el de Rabuñade (Ribadumia, 1879), el de Vilariño (Rois) de 1888, también del Vello Santeiro de Chave (Manuel Cés), y el de Quintáns de Berrimes (Lousame, 1889, obra de nuevo del Santeiro de Chave). Hay también algunos Descendimientos incompletos como el de Urdilde y varios sin cruceiro, la mayoría obras de Jose Cerviño (Cachadas, Cotobade, Moscoso, Antas, Mondariz....) con una cronología de finales del XIX o comienzos del XX, aunque hay algún caso de este tipo con una cronología temprana como el de Santa Eulalia de Ponte Caldelas (1833), obra de autor desconocido. Ya en el siglo XX, los cruceros con el Descendimiento se multiplican de la mano de artistas como Eladio Martínez Arosa, Alfonso Vilar Lamelas o Vidal Payo Fernández (más de 20 casos posteriores a 1900 cataloga FERNÁNDEZ de la CIGOÑA (2001).


[3]
Hay quien ha relacionado la iconografía de los cruceiros del Desenclavo gallegos con los pasos procesionales castellanos, en concreto con el Descendimiento de Gregorio Fernández (cf. CASTRO, Luis de, “Los Cruceiros y el Descendimiento de Gregorio Fernández”, en: Diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S., año XVIII, nº 5283 (11/06/1953), p. 6), pero las similitudes también se explican por la inspiración de ambos en las ceremonias del Desenclavo que se hacían los Viernes Santos en las iglesias.

 

[4] Para las ceremonias de Augasantas (pervivió hasta 1930) y Verducido (pervivió hasta 1970) y su relación con los cruceiros, véase FERNÁNDEZ de la CIGOÑA (2001), pp. 111 ss. En cuanto al crucero de Hío, se le ha venido atribuyendo desde Castelao a José Cerviño/Calviño (Pepe da Pena), pero Eugenio Eiroa Hermo planteó hace tiempo que su autor fue en realidad Ignacio Cerviño Quintas, documentado en Hío en la época de la ejecución del crucero pero no fehacientemente como autor de la obra. No puedo entrar aquí en la polémica sobre la autoría del cruceiro do Hío, ya que el cisma historiográfico entre penistas e ignacistas no puede resolverse sin la aparición de un documento concluyente que confirme irrefutablemente su autor. En cualquier caso, los dos eran naturales de Cotobade de modo que la inspiración en las ceremonias del Desenclavo de la zona es posible en ambos casos.


[5] El Calvario de Bueu (ca. 1700?) fue desmembrado pasando las cruces laterales a la Colección Massó de Cangas, pero recientemente ha sido reconstruido en el atrio de la iglesia de San Martín. El de Beade permanece en su emplazamiento original sirviendo de estación XIV en un viacrucis. El de Castro Barbudo, obra de Manuel González Perdiz (1883), se sitúa también en el atrio de la iglesia parroquial sobre un pequeño basamento y teniendo delante una mesa de altar en una disposición que parece pensada para depositar los féretros en los entierros, tanto en los reales como en el simbólico del Cristo el Viernes Santo (el altar pousadoiro aparece también en Bastabales y otros lugares). Hay también casos de diversas épocas con tres cruces pero sin figuración, o figurada solo la central, como los de Bieite (Leiro, PO), O Facho (A Guarda, PO), Baamonde (LU), Insua (CO), Cespón (Boiro, CO), Bastabales (Brión, CO), Quins (Melón, OU), Sorribas (Rois, CO), o el mutilado de Mourentán (Arbo, PO). Especialmente interesantes son los de Quins y Sorribas, ambos formando parte de viacrucis y el primero en un espacio acotado que parece claramente diseñado para convertirse en el monte del Calvario en las representaciones de la Semana Santa.

 
 

 

 

 

 Desenclavo en la Plaza Mayor de Xinzo de Limia (1954)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Desenclavo de Viveiro

 

 

 

 

 

 

 

 

    Relieve de Borela (Cotobade) (s. XVI)

 

 

 

 

 

 

 

 

© Julio I. González Montañés 2015.